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Tañarandy 2016
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28/03/2016

Tañarandy, el principal evento del turismo religioso en nuestro país, fue un éxito cultural y artístico en su edición 2016. La ITAIPU Binacional apoyó la preparación del altar, que fue una obra de arte vista por cientos de fieles en esta Semana Santa.

Cientos de feligreses, así como amantes y admiradores del arte litúrgico, acudieron a La Barraca, en la compañía de Tañarandy o ''tierra de los irreductibles'', ubicada en la cálida ciudad de San Ignacio Guazú, departamento de Misiones.

Tras meses de arduo trabajo el equipo artístico del Taller ''El Molino'' volvió a dar al mundo una nueva obra de arte popular, donde las líneas de lo espiritual y lo real se difuminaron bajo la coordinación general de Koki Ruiz y la excelente dirección artística de Macarena Ruiz.

El pueblo de San Ignacio recibió hospitalario a turistas y visitantes, quienes desde distintos puntos del país acudieron para participar de la esperada fiesta religiosa, donde los artistas locales exponen su talento cada año.

Este año fue utilizada la estructura del altar preparado para la venida del papa Francisco, de una superficie de 400 metros cuadrados, convirtiéndose así en la obra de mayor envergadura realizada para Tañarandy.

Al finalizar el acto voluntarios y colaboradores brindaron un merecido reconocimiento a Koki Ruiz, la piedra angular de los preparativos, quien impulso aquel incipiente primer festejo en 1992, a pesar de las adversidades.

A su vez el artista agradeció a todos aquellos que apuestan por el proyecto y forman parte del mismo de una u otra manera, principalmente a quienes cada año acuden a ''El Molino'', para iniciar los preparativos.

Además aprovecho la ocasión para resaltar la ayuda recibida por parte de diversos auspiciantes, entre ellos la ITAIPU Binacional, cuyo acompañamiento resultó fundamental para dar pie a la creación del inmenso altar.

Asimismo, destacó el papel preponderante de la hidroeléctrica durante la construcción del retablo papal.

La espiritualidad hecha arte

El Barroco, estilo por antonomasia de la festividad anual, dibujó en el centro del retablo la escena bíblica de ''La última cena'', combinando luces y sombras con semillas de maíz, poroto, locro, soja y girasol, creando un efecto profundamente conmovedor.

Mientras que a los costados, los rostros de La Virgen de los Dolores y de San Roque González de Santa Cruz evocaban el sentimiento y la pasión característica de la celebración religiosa, con la medida exacta de dramatismo e intensidad visual.

El altar fue ornamentado con calabazas, cocos y mazorcas, mediante diversas figuras alrededor de los mosaicos, subrayando el diálogo entre la naturaleza, el arte y la religión, que se pregona, desde hace 24 años, en el festival de Tañarandy.

La impactante obra inició ya con el Yvaga Rape o camino al cielo, unos 3 kilómetros iluminados por 2.000 antorchas y 20.000 velas, hechas con cáscara de apepú y grasa de vaca, a través del cual se accede al predio central.

Desde tempranas horas, las orillas de la laguna de ''La Barraca'' recibieron a los más devotos, con sus sillas y termos de mate, prestos a reservar los mejores lugares para observar el ritual, en todo su esplendor, bajo la llovizna del Viernes Santo.

Finalmente al caer la noche, el quejumbroso canto de los estacioneros anunció el comienzo del esperado acto. Las luces lentamente iluminaron el altar, dando paso al asombro de niños, jóvenes, adultos y ancianos.

El Tupasy ñuguaiti, encuentro entre la Virgen y Cristo, estuvo acompañada por el coro de Ciudad del Este y el Coro de Niños de Luque.