Se fue el tiempo en que la Educación Ambiental era enfocada sólo en actividades puntuales de aprendizaje sobre el medio ambiente o la naturaleza. La complejidad de los sistemas del planeta y sus interacciones exigen no sólo un aprendizaje sobre alguna cosa, pero una interacción de aprendizajes, diálogos de conocimientos y experiencias que nos permitan habitar este planeta como personas responsables y conscientes por el mantener y compartir la vida, tanto de la especie humana como de las innumerables otras especies en convivencia.

Así, es parte de la educación ambiental entender esta red de convivencia para intensificar nuestra pertenencia al planeta, basando nuestros pensamientos y acciones en una ética del cuidado. Para esto, es fundamental la movilización de las personas en proyectos colectivos y participativos. En verdad, no hay como separar “naturaleza” y “cultura” y, por eso, la educación ambiental enfoca las relaciones socioambientales a fin de transformarlas.

Ésta compleja tarea no puede ser responsabilidad de algunos individuos que a veces controlan las decisiones. Debe partir de todos nosotros, cada cual pensando y actuando conforme su disposición, pero tomando en cuenta las disposiciones de los otros. Así, parte de lo que nos propone la educación ambiental es, justamente, este enfoque sistémico de las relaciones, donde una acción local está conectada a una global y viceversa.

Nuestro sistema económico, basado en el lucro y en el consumo, alimenta una ética del individualismo y de la competición, lo que está siendo catastrófico para el planeta.
Una medida que es necesaria para cambiar este cuadro de degradación ambiental es la revisión de los medios como producimos objetos y creamos necesidades en la sociedad contemporánea.

En la prosaica actitud de retirar un producto de la estantería del supermercado, el consumidor difícilmente reflexiona sobre la cantidad de energía, agua y otros recursos naturales utilizados para hacer que aquel objeto llegue a sus manos. Y más, no reflexione también sobre cual será el destino de aquel objeto cuando no satisfaga más sus necesidades.

Es urgente proponer alternativas a este sistema, estimulando otros modos de vida en sociedad. Estas alternativas deben ser construidas colectivamente como parte integrante de la educación ambiental. Luego, es una tarea política, que cuestiona y redirecciona los rumbos de nuestra civilización, buscando fortalecer y apoyar a las personas para que puedan actuar en la gestión ambiental de sus municipios.

Acciones institucionales de educación ambiental se están desarrollando en Itaipú desde la creación del Ecomuseo, en 1987, y actualmente adquiere un nuevo carácter y asume nuevas dimensiones, integrando todos los proyectos socioambientales, en una red formal e informal, con la sociedad organizada, con las instituciones publicas y privadas y la comunidad en general, desarrollando acciones de educación para sensibilizar, capacitar, apoyar y articular todos en tanto que los educadores ambientales en la región, fomentando la creación de redes regionales de educación ambiental.

Este proceso, a su vez, precisa encontrar en la actitud y acciones de los trabajadores de Itaipú, el reflejo de estos conceptos y paradigmas, lo que implica en un amplio proceso de educación y capacitación socioambiental institucional en la empresa.

Como estrategia de síntesis, estas acciones están agrupadas en cuatro pilares:

- Educación ambiental en la BP3;
- Educación ambiental corporativa;
- Educación ambiental en las estructuras educadoras;
- Educomunicación.

Así la educación ambiental interviene transversalmente en todos los programas del Cultivando Agua Buena, estimulando la formación de ciudadanos y ciudadanas para la ética del cuidado, capacitando y sensibilizando a las personas y grupos sociales para participar, auto educar y contribuir en la educación de otros para la construcción de sociedades sostenibles.